Y de repente, la vida nos cambia.
Como en un abrir y cerrar de ojos la realidad en la que transitábamos se modifica, la vida se torna más vulnerable de lo que ya es, la salud sigue siendo amenazada por un virus que se contagia mientras buscas abastecer tu hogar; la cifra de contagios y muertes es una constante. Cuanta incertidumbre nos invade, que angustioso el porvenir. Observar cómo la economía continua en dirección hacia un precipicio, cómo dejamos de percibir lo que nos aseguraba el sustento. Y que tal aquellas personas que se han quedado sin trabajo, a quienes se les han agotado los recursos para sobrevivir, sin hablar de quienes han perdido a seres queridos o han sido contagiados con el virus que promete una larga estadía. Como cambia la vida, creamos una nueva realidad, diferente a la que vivíamos.
Aun así, dentro de tantos cambios que asumimos con inmediatez, nos atrevemos a enfrentar la vida en su nueva realidad. Sin darnos cuenta, damos respuesta automática a esta novedosa situación. Creamos rutinas, ajustamos los tiempos, el orden en la casa, planificamos el trabajo haciendo labores que creíamos que no seriamos capaces de hacer; ofrecemos una respuesta resiliente a la adversidad, que aunque difícil, nos fortalece en un camino de aprendizaje.
El inicio de este tiempo nos permitió acercarnos a la familia, desarrollar la creatividad para jugar con los hijos, cooperar en el hogar, improvisar recetas. Dispusimos de más tiempo para conectar con nosotros mismos, aprender a conocernos, escucharnos, descubrirnos; conocer formas de autorregulación para calmar las emociones de temor, impotencia, ansiedad que tanto nos visitaban.
Una vez lograda la calma, la aceptación de lo que nos toca vivir, podemos sentir agradecimiento por aquello que tenemos, mayor apreciación de quienes nos rodean, de la humanidad, el planeta en el que vivimos y las diferentes formas de vida que en el habitan. Pero nos toca seguir, a pesar de las pérdidas, a pesar de la incertidumbre, nos corresponde continuar un camino que no deja de presentar retos y riesgos.
Y así, dentro de la adversidad, continuamos adaptándonos a la llamada “covidianidad” en este proceso de transformación que nos permite salir fortalecidos de esta pandemia. Hemos identificado nuestras debilidades y reconocido nuestras destrezas, sabemos que podemos continuar, que el dolor por la ausencia de los seres queridos que partieron está presente, que el temor a lo incierto nos visita, pero una fuerza mayor a nosotros nos impulsa, puede ser voluntad, puede ser la fe. No sé lo que a ti te impulsa pero si estás leyendo esto es porque eres valiente, y aunque te sientas débil sabes que, aunque sea poco a poco, seguirás adelante y continuarás fortaleciéndote.
Lic. Lorraine Isa, M.A.
Psicóloga
Terapeuta familiar y de pareja
Especialista en intervenciones en psicoterapia
Centro Vida y Familia Ana Simó