Lo tengo todo, pero me siento vacío/a
Todas las personas tienen metas y propósitos que los acompañan a lo largo de la vida, en la niñez soñamos con ser adultos y tener una casa, un empleo, un vehículo, casarnos entre otras cosas.
Al llegar a la adultez nos proponemos ser profesionales, ascender social y económicamente, metas personales como contraer matrimonio y tener hijos. Una vez completado el ciclo de las metas de “vida perfecta” algunas personas continúan experimentando un vacío existencial que describen como un dolor o una angustia que no pueden llenar a pesar de en apariencia tenerlo todo.
Este dolor emocional es vivido desde la desesperación que en ocasiones lleva a quien lo vive al consumismo, a la depresión o a las adicciones. Las expectativas idealizadas sobre la vida nos llevan a pensar que los logros nos llenaran de paz, calma y bienestar sin embargo el cultivar una vida emocional o espiritual individual forma parte de cuidado de la salud mental y relacional.
Concretizar las expectativas y asumir que el ser humano es más que un conjunto de proyectos y metas que cumplir para una sociedad hoy cada vez más exigente que exige mostrar un portafolio de logros en las redes sociales, proyectando así una imagen de total éxito.
Conectar con la propia esencia y los vínculos significativos crea conexiones más reales, estables y duraderas, esto lleva al ser humano a un estado de plenitud. Cultivar la espiritualidad en muchas personas también los lleva a esa sensación de bienestar.
Renunciar a las ideas fijas, rígidas y con altos niveles de auto exigencia es vital para entrar en una relación de conciencia real y responsabilidad afectiva para consigo mismo y para lograr identificar y modificar las ideas que llevan a estos estados es vital ir a terapia.
La vida consiste en el arte de vivir dentro de la imperfección y del conflicto.
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