La madre inmigrante
Antes de sentarme a escribir estas notas, no sabía si ponerme a llorar o simplemente inspirarme y dedicarme a contar los testimonios de otras madres que, al igual que yo, tuvieron que dejar atrás una mochila llena de sueños, de recuerdos, de nostalgias…de esperanzas truncadas por situaciones diversas, que coloca a cada quien en destinos distintos…Bien es sabido que, en el reino animal, por ejemplo; una leona cuida a sus cachorros con gran fiereza, de los peligros que les acechan, tanto en sus propios dominios, como si tuviera que migrar a un ambiente inhóspito y desconocido para ella; y no siempre la naturaleza le concederá también la protección del padre, para que le ayude a defender a sus crías.
Algo similar le ocurre a la raza humana, específicamente en el caso de mujeres a quienes en más de una oportunidad se les ha puesto a prueba aquello del instinto maternal; ese que lo mueve a uno a alimentar, a cuidar y a proteger a tus criaturas en cualquier circunstancia, olvidándote hasta de quién eres para mimetizarte con esos seres maravillosos que le han dado un giro diferente a tu existencia, y un sentido de todo cuanto te ha ocurrido hasta ahora…
Pero hay madres de madres; algunas lo son por un designio divino, y otras por la elección de asumir ese rol de crianza; las hay quizás muy rígidas y autoritarias; en cambio hay otras que son muy flexibles. Muchas se han visto forzadas a echar raíces en otros suelos, y es de esas de las que hoy hablamos con tanto esmero; esa, “la madre inmigrante”; la que le tocó traer además de una sencilla maleta, su valiosa carga; esa madre que las incluye a todas las que con motivos diversos (situación económica desfavorable, violencia, persecución, desastres naturales, la guerra, entre otros) tuvieron que moverse a un país diferente al suyo, con la única finalidad de arraigarse en su nuevo hogar; en esa otra patria que les abrió las puertas para que pudieran hacer vida en ella y que sacaran adelante a sus hijos; velando por su seguridad, educación y su porvenir.
Esa madre que se resiste al cambio, pero sabe que es mejor hacerlo por el bien propio y el de los suyos. Algunas de ellas con miedos ocultos ante lo que les depara el futuro, como lo señala M. V. “me pregunté por qué empezar de nuevo…porqué iba a elegir como refugio la temerosa soledad del emigrante…”; otras más optimistas como I.C. que asegura que una madre inmigrante es “una mujer con mucha determinación, que sin importar la seguridad que le puede ofrecer su país, busca su estabilidad y crecimiento atravesando fronteras…”; son muchas las historias detrás de cada madre que dejó atrás otros afectos para abrirse camino en un lugar distinto, en donde su única familia puede ser otro paisano o quizás un vecino que tan bondadosamente le ha tendido una mano; vendrán otros cariños, la vida les mostrará otros retos, como los que viven las madres de Ucrania con sus hijos a cuestas, huyendo del horror de una guerra absurda, o las madres de algunos países del África que no ven otro modo de darles el sustento a sus hijos; sino que deben esperar por la acogida humanitaria de algún país europeo…y ni hablar de nuestras madres hispanas, que buscan consuelo y un modo de vida mejor en otro lugar del continente más privilegiado que el del que proceden; o se arriesgan mucho más yendo a latitudes muy distantes de su amada patria.
Andan por todas partes, te las encuentras en la esquina de un semáforo vendiendo chocolates, o alguna otra mercancía que les garantice el pan del día a día; es la doméstica que atiende tu casa y te cuida los niños enjugándose una lágrima cuando se imagina al suyo; es quizás la que vende empanadas y mientras lo hace te regala una sonrisa; o la que atiende en un puesto de comida rápida o te trata amablemente mientras pretende que le compres el producto de una tienda; tal vez es la profesional que tuvo que reinventarse o trabajar a medias por unos trámites que se quedaron rezagados; o la que sí pudo con mucho tesón ser profeta en otra tierra…son tantas… juntas; separadas; con emociones cambiantes: alegres, tristes, ansiosas, furiosas; pero solo deseando una cosa, seguir presentes en la vida de sus hijos, con su valentía a toda prueba; saltando obstáculos, regalando cariños acompañados de alguna arenga, un “Dios te bendiga hijo/a”, dejando en esa frase su corazón como ofrenda.
En cuanto a la llegada de esa madre inmigrante a esta bella tierra de Quisqueya, hago propias las palabras de otra madre; M.I. “Agradecida siempre de este hermoso país que nos abrió sus puertas y nos ha dado muy buen trato”…Y en esa gratitud se engloba toda la nobleza de esas madres, que sienten como suya la tierra que le enseñó a echar raíces nuevas…
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