Violencia psicológica y maltrato emocional en la familia
Formar familia, casarse o unirse, tener hijos, es una responsabilidad que debe ser asumida de manera consciente. Sin embargo, cuando se trata de la relación filio-parental, la responsabilidad es mayor, tomando en cuenta que experimentando nuestro rol de ser padres y madres es cuando nos capacitamos. Es algo que vamos aprendiendo a través de nuestra propia experiencia de ser hijos y los aprendizajes que obtenemos en la interacción de nuestros ambientes sociales durante nuestro desarrollo como individuos.
Somos capaces de impactar positiva y negativamente a los miembros de nuestro entorno familiar, manifestándose en el desenvolvimiento de cada uno durante su interacción, conducta y expresión afectiva, como un reflejo de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. No siempre lo que aprendido es útil para moldear sanidad en la personalidad y valores de nuestros hijos e hijas, o en nuestra relación de pareja. Más la cultura, y sus manifestaciones en nuestra conducta, influye en cómo nos vinculamos con los demás.
¿Qué tan consciente somos del poder que tenemos para influenciar a nuestro entorno? Uno de los principales problemas de la consulta durante la etapa de la crianza son las manifestaciones conductuales y emocionales inadecuadas en los niños y adolescentes para su etapa de desarrollo, debido a un modelo de estilo parental autocrático o negligente, cargado de pautas violentas aprendidas y que asumimos como adecuadas para la disciplina y formación de nuestros hijos. Esto también se hace evidente en las relaciones de pareja.
¿Qué debemos observar? La violencia psicológica y emocional es un subtipo de las distintas manifestaciones de violencia que ocurren en la familia dañando en la interacción la relación en sí, a diferencia de la violencia física que se ciñe a dañar la integridad física de una persona. Esto ocasiona graves alteraciones en la salud emocional, psicológica y física a corto, mediano y largo plazo
Puede darse de forma explícita (se puede observar como un insulto o agresión verbal) o sutil (la conducta ha sido normalizada en la familia, todos son testigos de ella, pero nadie hace nada para cambiarla.
La manifestación de violencia es dada por el cuidador y protector en el entorno familiar, quién maneja de forma abusiva, ejerce cierto poder o jerarquía. Se tiende a minimizar o justificar la conducta de agresión generando mecanismos adaptativos que conllevan a normalizarla, a lo interno del entorno familiar. Evidente en el caso de los hijos por la dependencia que tienen de sus padres.
Estas son algunas de las principales señales de que se está viviendo maltrato emocional y psicológico en la familia o pareja:
- Insultos y humillaciones frente a otros, enojarse hasta provocar miedo,
- Amenazar con hacer daño a la persona o a la propiedad de la persona (mascotas u objetos de valor)
- Amenazar con hacerse daño a si mismo cuando se molesta o ante un conflicto,
- Decidir por el otro en contra de su voluntad,
- Comportamiento celotípico constante,
- Negar el hecho de un suceso o de la forma en que ha ocurrido cuando sabe que la otra persona tiene la razón (“gaslighting” manipulación de la percepción de la realidad)
- Le hace sentir indigno o es indiferente a la expresión de sus propias ideas cambiando de tema o ignorándole.
- Silencios prolongados como castigo ante un conflicto o diferencia de criterios,
- Minimiza la importancia de los sentimientos de otros.
Quien la padece puede experimentar confusión, aislamiento, sentimientos de vergüenza, llanto, impotencia, alteración de su estado mental (depresión, ansiedad), de su sentido de identidad, problemas de autoestima, puede presentar síntomas físicos como dolor crónico, conductas adictivas, de complacencia y culpa. En los niños y adolescentes pueden presentar problemas en el entorno escolar, baja autoestima, depresión, ansiedad, mal comportamiento, agresividad, alteraciones del sueño y la alimentación, tienen una alta necesidad de ser queridos y protegidos buscando constantemente el beneplácito de los adultos.
Como se naturaliza, es difícil que quién reciba el maltrato pueda sentir o recibir protección por parte de su cuidador/maltratador. Sin embargo, es necesario, mediante un proceso de trabajo terapéutico, la identificación de estas pautas de maltrato emocional y psicológico que han sido invisibilizadas y normalizadas en la estructura familiar. Se aborda un proceso de sanidad en los vínculos relacionales, disminuyendo el impacto de las secuelas y evitando la generación de nuevas heridas emocionales, en los hijos y la pareja, iniciando con la identificación generacional de las pautas de violencia aprendidas para la generación de consciencia y autocrítica que promueva una motivación intrínseca para el cambio.
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