La familia de extensión
El término familia de extensión se refiere a una perspectiva más amplia del grupo, que incluye a los padres, hermanos, tíos, primos y otros parientes de los miembros de la pareja; que a su vez vendrán siendo los abuelos, tíos y primos de los hijos de los cónyuges.
A nadie resulta extraña la relativa frecuencia con la que se escucha hablar de problemas de algunas personas con sus suegros o cuñados, así como también de los primeros con sus yernos o nueras. Los terapeutas de pareja y familia encontramos también en muchas ocasiones dificultades entre los cónyuges relacionadas con el descontento de uno de ellos o de los dos por la dedicación o el trato que el otro dedica a sus padres políticos o a los propios.
La exploración de esas quejas frecuentemente nos lleva a encontrarnos, entre otras causas, con personalidades dependientes: padres o madres que toleran poco la separación de los hijos o viceversa; hombres y mujeres inseguros que exigen que el amor del otro se exprese como una fusión; individuos autoritarios y dominantes que ingresan a una relación de pareja con afán posesivo, presionando muchas veces a su pareja a distanciarse de sus familiares biológicos y otras tantas estableciendo con alguno de los suegros una pugna de poderes. Aunque algunas de estas situaciones pueden ser difícilmente reversibles, en otros casos el develamiento de los temores o preocupaciones que subyacen a algunos de los participantes y el ensayo de fórmulas de interacción más ajustadas pueden destrabar de manera bastante rápida situaciones que a primera vista parecían impenetrables.
¿Cuán importante puede ser para una familia el logro de relaciones cercanas y mutuamente cooperativas con su familia extensiva?…
Tal y como muy bien lo expresa el viejo dicho castellano: “casado casa quiere”, ocurre que cuando dos personas inician una vida en pareja, generalmente con expectativas de que se prolongue en un proyecto familiar, su relación se moviliza normalmente en un sentido de diferenciación y de toma de distancia de sus respectivas familias de origen. Esta situación, que antes ha comenzado con los avances individuales hacia la adultez y se ha ido incorporando al deseo de un futuro compartido durante el noviazgo, es mucho más compleja que una mera mudanza de vivienda y se dirige a una definición del nuevo sistema familiar a través de una elaboración interactiva y progresiva de la convivencia, donde los miembros de la pareja van a reconocer entre ellos tanto similitudes como múltiples diferencias y deben ir desarrollando habilidades comunicacionales diversas.
Sin embargo, esta normal separación de la familia de origen de ningún modo representa una ruptura. Para la mayor parte de las personas, su familia continúa siendo un referente no poco importante de identidad, sistema de valores y repertorio conductual. También, cuando ese grupo ha cumplido satisfactoriamente su papel de proveer afecto, aceptación y protección en la infancia, puede mantener un alto valor como factor subjetivo de seguridad y confianza a cualquier edad.
Pero no se queda en las individualidades que forman la pareja el potencial de apoyo de la familia de extensión. A partir de la unión de aquélla y del nacimiento de sus hijos, proceso que además puede acompañarse de otras uniones y nacimientos por parte de hermanos, primos u otros parientes de los cónyuges, estos grupos nucleares que se intersectan e interactúan entre sí, van configurando una red de relaciones entre padres, abuelos, tíos, hermanos y primos que como primer beneficio puede ampliar y enriquecer lo que hoy se considera uno de los objetivos más importantes de la familia: constituirse en un escenario sociocultural donde los niños que dentro de ella se forman, a través de las interacciones intrafamiliares, entren en contacto con los valores de la cultura y desarrollen fortalezas interaccionales útiles a su adaptación a ámbitos sociales no familiares.
Pero también la interacción del grupo familiar con la familia de extensión puede constituir un elemento que apoye significativamente al ejercicio de los roles parentales de cara a muchos problemas de la crianza y educación de los hijos y a otros, tanto individuales como de pareja o del grupo. Situaciones como compartir experiencias y preocupaciones en un contexto de confianza y conocer los resultados que otros han obtenido de la utilización de recursos familiares o profesionales específicos pueden significar una diferencia muy importante en lo relativo a la reducción de la ansiedad y la inseguridad de los padres, así como también en lo que respecta al aumento de la fluidez y la eficacia del proceso de resolución de diverso tipo de dificultades potencialmente presentes en la vida familiar.
También la capacidad de establecer relaciones afectuosas y armoniosas con la familia extendida tiene un alto valor proveedor de vínculos capaces de suplir temporalmente, o de manera definitiva como a veces es requerido, las necesidades de los hijos niños y adolescentes en aquellas situaciones en las cuales los padres se ven limitados o impedidos de cumplir las funciones correspondientes a sus roles. Aunque probablemente es a los abuelos a quienes vemos más frecuentemente involucrados en alguna medida en estas acciones de ayuda, muchas familias también experimentan la solidaridad y el cariño de uno o más tíos o tías que se sientan a dar a sus sobrinos una clase de matemáticas o a conversar con ellos cuando intuyen o conocen de alguna inquietud o dificultad que pueda estarles afectando.
Los párrafos anteriores resumen de manera muy general e incompleta la capacidad de apoyo que el grupo de extensión puede representar para el cumplimiento de las funciones familiares en lo que concierne tanto al desarrollo infantil como a la preservación de los espacios de crecimiento de los cónyuges, tanto individuales como de pareja.
En una época en la que desde distintas disciplinas las ciencias sociales enfatizan el papel de las redes de apoyo social frente a la complejidad creciente de los retos de la supervivencia y la adaptación, la protección a la familia en su calidad de ámbito potencialmente capaz de contextualizar el óptimo desarrollo de quienes la integran, debe contemplar la atención y el cuidado a esos vínculos. En este sentido cabe a la psicoterapia familiar asumir con interés, siempre que sea posible, la recuperación y el reforzamiento de aquellos vínculos extensivos capaces de representar instrumentaciones eficaces en el camino de la prevención de la salud familiar o de su salida de la disfuncionalidad.
Irene García Rodríguez
Psicóloga, Terapeuta Individual de parejas y familia.
Especialista en violencia Intrafamiliar.
Centro Vida y Familia Ana Simó
Imagen tomada de: www.crecerfeliz.es