Amor, Cuidado y Familia

Amor, Cuidado y Familia

Muchos son los retos que enfrenta la familia durante su formación, organización y el desarrollo propio de sus etapas evolutivas. Los primeros años de la formación de la pareja, la llegada de los hijos, el combinar los roles de crianza, personales y pareja, con los profesionales, más las situaciones económicas que enfrentamos producto de los cambios globales que han venido sucediendo.

Recientemente, ha tocado vivir muy de cerca la experiencia de la llegada de un nuevo desafio en la familia, cuando de repente se nos presenta la situación en la que un miembro del hogar enferma o simplemente pasa a vivir una nueva etapa en el desarrollo de su dicapacidad, o mas bien capacidad especial, termino al que se acude ahora para reducir el impacto discriminador del concepto discapacidad.

El impacto de los nuevos desafios de atencion que requiere la nueva situación podria agravar aun mas el cumplimiento de los roles parentales, cuando se trata de familia extensa, o de presencia de miembros externos al matrimonio, aunque en cualquier caso es desafiante al equilibrio de las relaciones en la gestión que hacemos de los afectos.

Esto genera la necesidad dentro del hogar, de que los cuidadores pongan a funcionar una dinámica más participativa y con mayor necesidad afectiva de la acostumbrada. Tanto de padres a hijos como en la relación conyugal (pareja).

Entender cómo expresamos y damos el amor, es vital ser intencional en cuidar de cada uno de estos roles y de las personas que se vinculan a ellos. No podemos ser solo papá o mamá sin saber ser pareja, pues los conflictos permean cada una de las facetas que tenemos dentro de nuestras familias y en la intensidad de los vínculos emocionales que se encuentran en ella.

Un reto mayor para la familia es saber adaptarse y mantener el equilibrio cuando repentinamente un miembro enferma y el sistema debe reorganizarse para su cuidado. Todo lo que parecía estar en control en un momento puede sentir la amenaza de ser sustituido o desplazado a nivel emocional o en los roles establecidos dentro del hogar. Tanto para el cuidador como para el que recibe cuidado, en casos mayormente de presentar alguna situación discapacitante, es importante reconocer las necesidades no solo solo físicas sino también emocionales de todos los que pertenecen a la familia.

Es aquí donde se manifiesta el amor paciente y tolerante. La tipología y etapa en la que se encuentra la familia, las personalidades y necesidades de sus miembros, marcará la intensidad del cambio o reajuste que deberá enfrentar el sistema frente a la crisis.

Entonces el amor a veces no basta, si no entendemos el proceso de cuidado de los vínculos emocionales dentro de la unidad familiar en sus diferentes estructuras.

A nivel conyugal, es necesario identificar, de forma consciente, cómo está afrontando la pareja la situación y permitir que el otro exprese lo que siente al respecto. Dejarle ser partícipe de la solución tomando en cuenta su realidad particular y sus propias limitaciones voluntarias o no, frente al reto que ha de asumir. Ser intencional en que los límites son necesarios para saber cuando el cuidador necesita ser cuidado y cuando la pareja necesita su espacio para subsistir. Que un rol no sustituya el otro, sino que se complementen mientras la realidad lo amerite.

A nivel de los hijos, ser intencional en el tiempo de calidad que se ofrece de manera individual a cada uno de ellos. Es importante escucharles y comprender desde su mundo y su etapa de desarrollo como perciben la nueva realidad que afronta la familia. Esto genera mayor estabilidad emocional frente a la circunstancia de que necesitan comprender los cambios establecidos en las rutinas de todos. En algunas ocasiones, un miembro de la familia o tutor se integra para asumir responsabilidades en la crianza. En este punto, es importante establecer las reglas claras para evitar los cruces de etilos parentales y mantener la armonía y congruencia.

A nivel individual, es importante el comprender que no se puede con todo y en todo momento, que es necesario cuidar de si mismo para poder cuidar con amor a los demás. Buscar espacios para descansar, distribuir las responsabilidades de una forma equilibrada y establecer el orden y jerarquía de manera flexible frente a la demanda de cuidado. Evitar el efecto mujer u hombre maravilla, que solo lleva al desgaste físico y emocional y de esta forma evitar el enfermar al cuidador o cuidadora, para poder brindar calidad y bienestar a quien necesite ser cuidado.

Eduardo Galeano, un escritor uruguayo, dice “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Esta frase envuelve una gran verdad. No basta con brindar atención y creer que en nombre del amor estamos dándolo todo por nuestro ser querido, si no entendemos que ese “Yo” salvador, que habita dentro de nosotros necesita límites para no perderse a sí mismo. Saber moverse entre lo que se anhela, lo que se ve como posible y la realidad de lo que podemos o no hacer es vital para mantener el vínculo sano afrontando una realidad demandante que puede desbordar la capacidad de sobrevivir de la familia.

Es importante buscar ayuda en terapia familiar, cuando vienen cambios bruscos que van a alterar todo el sistema, sus rutinas, su estructura, su mundo afectivo. El poder identificar cómo es nuestra familia y como cada uno de sus miembros afronta los retos y limitaciones es un factor protector en el amor y cuidado de todo el sistema familiar. Hacer desde el amor y no desde el malestar puede fortalecer los vínculos y generar resiliencia familiar.

 

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