Necesidad de reconocimiento en la adolescencia
¿Cuántas veces hemos podido hacer algo que no va con nosotros con tal de conseguir una aprobación? Seguro que todos nosotros lo hemos podido hacer en más de una ocasión. Bien pues, la adolescencia es un periodo muy sensible en el cual se generan gran cantidad de cambios físicos y psicológicos, lo que genera inseguridad y cambios bruscos del estado de ánimo. Buscan un sentido de pertenencia, y es por ello que la adolescencia es un periodo en el aparecen de manera mucho más frecuente este tipo de comportamientos de agrado hacia los demás.
¿Por qué?
Lo cierto es que existe un hábito educativo del refuerzo positivo, hemos aprendido a relacionarnos así: hacemos algo bien y nos premian, entonces hace daño, pero de una manera más sutil. Empieza desde muy temprano (como cuando se anima a un bebe con sus primeros pasos) y cuando te acostumbras a ello, te haces dependiente emocionalmente de él y más si la relación emocional con esa persona se reduce a eso (como sucede con los padres).
Por ejemplo, un padre atareado que no le presta atención a su hijo, entonces él hará cosas que sabe que generan una reacción en el padre. Si no obtiene esa reacción, tendrá una carencia emocional y generará una serie de conductas “desviadas”, esto es algo que he podido comprobar en infinidad de ocasiones, en mis prácticas universitarias y al trabajar con adolescentes en la asociación de mediación educativa. Otra de las consecuencias del refuerzo positivo, es que el niño hará las cosas solo para conseguir el refuerzo, lo que llevará a una pérdida de creatividad e interés.
Además, nuestra autoestima está construida a partir de la respuesta de los otros, nos volvemos dependientes de un factor sobre el que no tenemos control y tenemos miedo a no ser valorados suficientemente. Se nos educa para orientarnos hacia los demás, más que para estar en contacto con nosotros mismos, nos enseñan a evaluarnos de una manera que a menudo contribuye más a fomentar el rencor hacia nosotros mismos que a aprender. A veces nos quedamos enredados en un sentimiento de odio hacia nosotros mismos en lugar de beneficiarnos de equivocaciones que nos revelan nuestras limitaciones y nos guían hacia el crecimiento personal. El cambio no tendría que estar estimulado por la vergüenza y la culpa, sino por un deseo de enriquecer nuestra propia vida.
Asimismo, las redes sociales tienen hoy en día un papel fundamental en este problema, y es que, el universo de la pantalla afecta profundamente en la manera en la que nos relacionamos, procesamos la información (memoria, educación, concentración…) y por lo tanto, a la larga, afecta a la felicidad. Facebook admitió que la empresa había sido creada para explotar una vulnerabilidad del ser humano: la retroalimentación de la validación social (ahí es cuando surgió la idea de crear el botón de “like”).
¿Qué se necesita?
Es necesaria una autoindulgencia: aceptar y perdonar nuestros errores sin olvidar que el objetivo siempre debe ser mejorar.
También es necesaria una autovaloración: ver lo que nos gusta y lo que no de nosotros mismos intentando no aplicar filtros externos pues, no viviremos felizmente hasta que aceptemos el hecho de que somos suficientes para nosotros mismos y que no necesitamos a nadie más.
No te creas todo lo que ves en las redes sociales y no bases tu persona en comparaciones. Las personas se valoran a sí mismas en función de lo que otras personas muestran de sus vidas “reales”, y eso es un error, porque la gente solo te mostrará lo que quieren que veas. Sal y crea una buena vida, genérate tu propio valor, sé tú mismo. Lo más importante es estar a gusto con uno mismo, no cambies tu vida alrededor de los demás.
Para los padres con adolescentes, es importante acompañarles en este proceso y siempre validarlos en sus emociones propias de esta etapa, sin restar importancia a la situación que están viviendo. Ya que, si lo hacemos, estamos transmitiéndole a nuestro hijo que no debería sentirse así, que su emoción es exagerada y que no comprendemos sus sentimientos. Recibirá este mensaje e inconscientemente aprenderá que esa emoción que está sintiendo no es válida, de modo que quizás en otra ocasión trate de no expresarla o incluso no sentirla.
Ayudar a nuestros hijos a observar cómo se sienten, escucharles y mostrar empatía es muy importante, así como no recriminarles cuando cometan un error, para que entiendan que tienen derecho a equivocarse y para que vayan interiorizando las equivocaciones como oportunidades para mejorar, de esta manera no se dañará su autoestima.
Lic. Laura Flórez,
Psicóloga Clínica y de la Salud.
Mediadora educativa.
Máster en Psicología General Sanitaria.
Terapeuta cognitivo-conductual y sistémica.
Centro Vida y Familia Ana Simó