¿Será hiperactividad o no?
Hoy en día, es común escuchar padres o maestros decir “este niño es hiperactivo”, basándose en razones como “se mueve mucho”, “no se ta’ quieto” o “parece que no escucha cuando le hablan”; y para complementar sus ideas, agregan “no sé a quien salió, yo no era así cuando pequeño”, entre otras frases similares.
Todo esto provoca en el niño, una etiqueta innecesaria y que carece de fundamento real, ya que hay conductas propias del desarrollo normal y que no siempre indican la presencia de algo fuera de lo considerado normal o un trastorno. De hecho, si pensamos en años anteriores, vemos como la infancia transcurría de forma diferente, se tenían espacios abiertos donde era posible jugar, correr, socializar y divertirse por las tardes; en la actualidad, vemos predominio los videojuegos como principal atracción para los infantes, espacios cerrados donde no es permitido moverse o corretear, y aumento en las horas de clases.
El Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales publicado por la APA (2014) propone el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, conocido también como TDAH por sus siglas, como un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por inatención y/o hiperactividad e impulsividad de forma persistente.
Entre las principales señales de alerta se pueden observar habilidades sociales pobres, dificultad para mantener la atención, que a su vez, complica el seguimiento de instrucciones y la obtención de buen desenvolvimiento en prácticas o ejercicios, suelen ser desorganizados y no terminar las tareas; es decir, no solo se trata de actividad o energía en exceso. Por lo tanto, va a producir problemas en el ámbito educativo.
Y la pregunta sería, ¿Cómo saber si estoy frente a un caso de TDAH?
Si bien es cierto que, generalmente, la escuela es que da la voz de alerta a las familias, no es la que diagnosticar sino que su deber es solo comunicar y referir a un especialista. Para confirmar o no la existencia de TDAH, se hace necesario la realización de una evaluación especializada y multidisciplinaria con profesionales capacitados; que permita distinguir entre una conducta inapropiada y la existencia de un trastorno en sí.
Para una correcta evaluación psicológica debe incluir una valoración psicopedagógica, observación directa del niño, entrevistas a los padres y maestros, y aplicación de algunos instrumentos; además, complementar con estudios médicos específicos por parte de pediatras y neurólogos.
Por último, siempre es bueno responderse algunas preguntas antes de colocar una etiqueta, entre ellas: ¿Realiza mi hijo (a) suficiente actividad física o permanece mucho tiempo tranquilo? ¿Con qué frecuencia va al parque? ¿Practica algún deporte? ¿Se desconcentra fácilmente?
Por Laura Troncoso
Imagen: www.elespectador.com