En el nombre del amor

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En el nombre del amor

En el nombre del amor se escriben bellos poemas
En el nombre del amor se expresan muchas penas
En el nombre del amor se ganan tantas batallas
En el nombre del amor se libran cruentas guerras
En el nombre del amor se tejen muchos sueños
En el nombre del amor se sacrifican grandes anhelos
En el nombre del amor se trazan muchos caminos
En el nombre del amor se renuncia a algunas metas
En el nombre del amor se construye una familia
En el nombre del amor se abandona el hogar…

¡Cuántas cosas se hacen en el nombre del amor!

En el nombre del amor se han cometido grandes locuras; algunas buenas, otras no tanto, pero ¿Cuál es el significado que nosotros le damos a esa palabra? El diccionario de la Real Academia Española (RAE) lo define de varias maneras; una de ellas nos habla de que es “un sentimiento intenso del ser humano que partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”; en otro apartado la RAE nos dice que se trata de un “sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear”; también se refiere al “sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo”.La Biblia, uno de los libros sagrados más conocidos, señala que el amor es “paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece…no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita”(Corintios, 13, 4-8).En ambos textos, se le da una connotación positiva al amor; en donde se hace énfasis en la entrega, la capacidad de dar al otro sin ningún tipo de mezquindad ni orgullo; y si bien es cierto que el libro sagrado hace alusión al sacrificio que muchas veces hacemos por amor, no es menos cierto que en cualquier relación que tenga el ser humano en donde este sentimiento esté involucrado, se tiene que necesariamente dar como si todo fuera un sacrificio, en donde el amor propio sea excluido únicamente para dar paso a la dedicación desmedida hacia el otro, con quien desarrollamos ese vínculo tan especial y único de nuestra especie.

Bien lo señala la RAE, el elemento reciprocidad debe prevalecer en ese lazo para que la alegría y la energía positiva nos permitan comunicarnos y mantenernos con una fuerza que nos impulsará para tener una mejor convivencia con nuestros seres amados. Ahora bien, si nos referimos al ámbito de las relaciones de pareja, tendríamos que preguntarnos ¿Cuántas cosas hacemos en el nombre del amor? ¿Será que todo lo que hacemos nos aporta un beneficio a cada uno de nosotros o a la relación? ¿Realmente estaremos amando a nuestra pareja?En esa frase que a diario escuchamos los terapeutas de pareja “es que yo lo/a amo” ¿se estará reflejando ese “amor sincero”?¿sabemos qué es lo que amamos de esa persona?. Y el famoso dilema ¿será amor o costumbre lo que me tiene todavía dentro de la relación? ¿acaso estamos preparados para darnos cuenta de eso?

Son tantas las inquietudes que en ocasiones a las personas se les hace difícil tomar la decisión de separarse, porque bien sea que tienen un concepto equivocado del amor o porque lo idealizan mucho y con ello también tienden a idealizar a la persona que es objeto de sus anhelos más profundos; o porque la impronta sociocultural los presiona para continuar atados a una “representación simbólica” de una familia o de la vida en pareja, como si solo hubiéramos llegado a este mundo para vivir complaciendo constantemente los caprichos de otros, que muchas veces ni siquiera contribuyen grandemente con nuestra propia felicidad, llámense familia y/o amigos, quienes siempre están dispuestos a opinar o juzgar sin mucho esfuerzo en cualquier asunto de pareja.

Pero no todo tiene que llevarnos a ese desenlace tan temido como lo es el de una ruptura definitiva de ese vínculo, y más cuando tenemos la sensación de que este sentimiento ha muerto por parte de uno de los dos o de ambos; aunque se complica un poco cuando el mismo se transforma en cariño, lo que casi siempre dificulta la decisión para elegir el rumbo que va a tomar nuestra vida, a lo que también se suma en ocasiones el miedo a la soledad de muchas personas que prefieren vivir en calidad de “amigos”, “roommates”, o ” padres”, bajo un mismo techo con condiciones que no siempre quedan bien demarcadas; para continuar bajo una “separación intradomiciliaria”, lo que en más de las veces crea un ambiente hostil o de tensión permanente entre quienes viven en ese “hogar”; lo que va robándoles la paz y la tranquilidad del día a día y sumergiéndolos en estados de angustia y tristeza que desembocan en trastornos más graves, que pueden afectar su salud física y mental de cualquier forma.Así que, si en el nombre del amor usted es capaz de ser empático, solidario, respetuoso, comunicativo, atento, cariñoso, honesto, leal dedicado, entre tantas cosas buenas, con su pareja, usted tiene claro el significado de la palabra “amor”. Si por el contrario, usted “en el nombre del amor” justifica sus acciones o comportamientos y hostiga, acosa, maltrata, cela de manera enfermiza, desconfía, es apático, irrespetuoso, infiel, desleal, desatento, aprisiona, no coopera, desvaloriza y le trunca sueños o proyectos a su pareja; o usted permite que lo aislen de su familia/ amistades o del mundo exterior, o sacrifica reiteradamente sus deseos o necesidades para evitar conflictos o complacer los caprichos del otro; debe revisar la forma que tiene para expresar o recibir un sentimiento donde lo bello, lo bueno, lo sublime debe ser el bastión que consolide su unión por siempre.Procuremos entonces que, si “en el nombre del amor” se cometen grandes locuras, que esas locuras den paso a la felicidad, a la paz y al bienestar de ambos, como pareja…

¡Qué viva el amor!