DESEMPLEO Y SUFRIMIENTO FAMILIAR
Sin duda alguna, uno de los sucesos con mayor capacidad de desestabilizar la dinámica familiar es la pérdida del empleo o la fuente de ingresos de uno de los miembros de la pareja y el mantenimiento de esta situación por un tiempo relativamente largo. En la mayor parte de los hogares de hoy en día los dos cónyuges trabajan fuera del hogar y con mucha frecuencia la suma de ambos aportes económicos resulta apenas suficiente para atender los múltiples requerimientos atinentes al mantenimiento de la casa y el sustento de la familia.
En la medida en que la situación se prolonga y no se perciben posibilidades de pronta resolución, las restricciones obligatorias, el agotamiento progresivo de los ahorros y/o el endeudamiento, se convierten en factores de incremento del estrés, lo cual tiende a debilitar condiciones tales como la tolerancia, la paciencia y la disposición a escuchar y a conciliar, indispensables a la armonía de las relaciones de la pareja entre sí y con los hijos.
Pero no son sólo los problemas mencionados, puntuales y concretos, los susceptibles de actuar aumentando el estrés. Hay también importantes factores subjetivos que intervienen con el mismo resultado. Incluso antes de que el desempleo sea una situación ya dada, la posibilidad de que ocurra (lo cual, por ejemplo, es frecuente en épocas de crisis económicas o de dificultades de una empresa en particular) ya es suficiente para activar intensamente tal condición. El motivo va mucho más allá de los problemas inmediatos que pueden preverse a partir de la falta del ingreso. La amenaza de desempleo es percibida como un factor de riesgo para todo el proyecto familiar.
El proyecto familiar es un factor que unifica afectiva y cognitivamente a la pareja y al grupo y los proyecta al futuro, brindando al esfuerzo de hoy un sentido de trascendencia al mañana. Incluye todos aquellos aspectos que la pareja ha soñado y planificado en función del bienestar y el crecimiento de todos y cada uno de los miembros, tales como pueden ser los concernientes a la educación de los hijos, compra de vehículos y vivienda, viajes vacacionales y otra gran diversidad posible de objetos y situaciones necesitados o deseados. El sentir este proyecto amenazado puede ser un factor altamente desestabilizador de la confianza de la pareja en la supervivencia del grupo.
Otros factores subjetivos susceptibles de desencadenar altos niveles de estrés, son aquéllos que asocian la autoestima de los adultos proveedores a su actividad laboral y su ingreso económico. La profesión, el trabajo y el ingreso, en las sociedades occidentales contemporáneas, aparecen en un lugar relevante en las definiciones que las personas de cualquier género hacen de sí mismas.
Sin embargo, aún cuando la autoestima puede verse negativamente afectada tanto en hombres como en mujeres alcanzados por una situación de desempleo, tal efecto tiende a ser más intenso y devastador en los primeros. Mientras ellas, por mucho que les preocupe la situación y se activen para solucionarla, llegan hasta a agradecer el tiempo libre que les queda para resolver “pendientes” del hogar entre una y otra entrega de hojas curriculares, con ellos no ocurre lo mismo. La razón se remite a la tradicional concepción del hombre como único o principal satisfactor de las necesidades económicas familiares. Aunque esto ha dejado de ser cierto en muchos de los hogares contemporáneos, las viejas y prejuiciosas creencias acuden todavía a perturbar intensamente el ánimo de aquéllos hombres que, de haber mantenido hasta poco antes una actividad laboral y un ingreso estables, se encuentran repentinamente desocupados y permaneciendo mucho mayor tiempo dentro de la casa, lo cual los incomoda profundamente debido al mismo motivo: la tradición señala que ese no es su ámbito natural. Si el desempleo se extiende durante un período prolongado pueden presentarse cuadros depresivos, psicosomáticos o, muy frecuentemente, la proyección del malestar interno a las relaciones con la pareja y los hijos, llegando esto inclusive a facilitar en algunos casos, la ocurrencia de situaciones de violencia doméstica o maltrato infantil.
Constituyendo el desempleo una condición que puede eventualmente alcanzar a cualquiera de los miembros de la pareja, conviene mantener la conciencia de ello y tomar previsiones. Estas previsiones no sólo aluden al ahorro, cuando éste es posible, y a la conveniencia de reservar un fondo disponible para situaciones de emergencia. Tienen que ver también, por ejemplo y entre otras cosas, con la apertura a considerar anticipadamente posibles actividades u oficios alternos que pudiesen desempeñarse para suplir temporalmente y aunque sea sólo en forma parcial, la fuente de ingresos. Es muy cierto que las crisis muchas veces ponen de manifiesto sorprendentes recursos personales para resolverlas exitosamente. Tanto más aún, podemos esperar, si antes de ellas orientamos nuestro pensamiento creativo en este sentido preventivo.
Pero tal vez la previsión más importante que puede tomar la pareja es la de mantener el ánimo y la conciencia de equipo. Si cualquiera de los miembros al enfrentar la situación de desempleo u otra similarmente difícil, puede apoyarse en el compañero o la compañera sin prejuicio y sin dudas relativas a la estabilidad de su afecto, la experiencia total, lejos de afectar negativamente a la estabilidad familiar, puede enriquecerla profundamente y constituirse en un aprendizaje y un elemento referencial de inigualable utilidad para los hijos.